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Los amigos de la perspectiva normativa, los que buscan imponer estas normas a otros, son más que felices con el caso del matrimonio igualitario. El argumento tiene muy buenas notas: todavía no se ha visto ningún efecto negativo en su contra; desde su punto de vista, este caso es un triunfo humanitario. Sin embargo, desde mi punto de vista es una expresión vacía y bastante retórica. Una perspectiva normativa no podría ser más inútil que si existe el matrimonio igualitario. Pero a pesar del uso propagandístico de la palabra “matrimonios” y la venta persuasiva de la imagen de una igualdad legal, esto no significa que el matrimonio sea igualitario. La evidencia prueba que las mujeres se casan con varones cuando comparten sus perspectivas normativas. Las mujeres se casan con los hombres que comparten su moral y valores morales. Las mujeres no se casan con hombres que tienen una perspectiva normativa opuesta a la suya. Esto se ha visto en el experimento de Ariely (2009) y en la investigación de Sheppard, et al. (2004). Estos estudios demuestran claramente que las mujeres son más parecidas a los hombres de su propio sexo que de otro; tenemos el mismo conjunto de valores básicos y las mismas perspectivas normativas. Ellas cambian, con frecuencia, de un marido al otro. Por consiguiente, las mujeres se casan con maridos que comparten sus perspectivas normativas y su moral. Los matrimonios igualitarios no cambian este hecho. El matrimonio igualitario es una expresión de la neutralidad ideológica del estado; la neutralidad ideológica del estado significa que el gobierno no tiene perspectiva moral. Disponer de una perspectiva moral significaría ser opuesto a las mujeres. El gobierno no puede tener perspectiva moral, porque es parte del problema. eccc085e13
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